El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Un extracto del libro de Laurence Freeman "Frequent Flyer"

En una tarde de agobiante calor seco en la Toscana, el ómnibus dejó a un grupo de personas de varios continentes bastante lejos del convento donde harían un retiro, debían continuar caminando cuidadosamente por una cuesta empinada hacia el convento donde se encontraba la casa de huéspedes. El sendero es una parábola, hecho de ladrillos antiguos de terracota, muchos de ellos faltantes o reemplazados por nuevos. Aunque debían cuidarse al caminar por ese sendero irregular podían ver el panorama de valle arbolado y respirar el perfume acre de la retama. Estaban también preocupados por sus valijas, y pensando como serían sus habitaciones y como sería la comida. Pero ya quedaron atrás, Londres, Houston, Singapore y Ginebra, y para su sorpresa comienzan a sentirse en casa. Han llegado. He observado esto por 15 años, las reacciones de las personas que vienen por primera vez al retiro de silencio anual de la meditación Cristiana en Monte Oliveto Maggiore, casa matriz de la Congregación Benedictina de Oliveto. La absoluta belleza física del lugar, al sur de Siena, es perturbadora al principio, es como encontrarse frente a una bellísima persona. La paz y seguridad del lugar y estar entre los monjes vestidos con hábitos blancos sintiéndose como en casa, produce asombro a medida que nos vamos acostumbrando a ello. No hay muchos lugares en el mundo moderno donde podemos encontrar un sentido de estabilidad, armonía y hospitalidad. Nuestro primer pensamiento es que siendo un hogar para otros, podríamos estar condenados a sentirnos extranjeros. Pero parece ser uno de esos raros lugares que tiene la gracia de hacer que todos nos sintamos en casa, lo que significa que podemos abandonarnos, ser nosotros mismos y, recordar quien somos verdaderamente. En esta era de fundamentalismo religioso es iluminador encontrar un entorno profundamente religioso que recibe bien a personas de diversos puntos de vista y culturas. Que no hace hincapié en diferencias ni aplica rótulos de aprobación o exclusión. Que tampoco juzga con severidad ni condena o absuelve en el nombre de Cristo, Allah o Yahweh. Creo que es la unión del cuerpo con la mente en un entorno de belleza natural, la extraordinaria amistad encontrada en contemplación con extraños, el estar juntos en una corriente viva de tradición que no ha sido condenada y que por ello no se encuentra estancada, que hace que la gente se sienta en casa. Dios, como lo expresó valientemente Aelred de Rievaulx, no es tan solo amor, Dios es amistad, con uno mismo, con los demás y con el entorno. Aquellos que no conocen la amistad no saben nada de Dios – incluso y especialmente en la más despiadada certeza de un fundamentalista religioso que defiende a Dios contra sus enemigos. La ansiedad huérfana que caracteriza a nuestra fragmentada sociedad, ha engendrado un instinto contemplativo más profundo que el fundamentalismo. En un lugar como este, el instinto de sentirse en casa con Dios intensifica entre los humanos, calidez, tolerancia, hospitalidad y una religión moderada. Es parte de la búsqueda espiritual de nuestro tiempo anhelar tal sentimiento de conexión y confianza mutua en una religión que no divide, nutre. Y tal vez es este inclusivo sentido católico de sentirnos en casa con lo diferente…. que sería el significado de la verdadera presencia. Cuando Bernardo Tolomeo, un rico noble de Siena llegó aquí en busca de Dios hace uno 700 años atrás, abandonó un hogar confortable por algo que en ese entonces era un peligroso lugar solitario. El vivió orando en soledad y cuando otras personas se unieron a él, adoptaron la Regla de San Benito. Santa Catalina de Siena, (podríamos pensar de ella como la Joan Chitister de su tiempo), lo regañó a él, a obispos y a otros religiosos por su tibieza y por aceptar demasiados monjes de familias ricas para agrandar así su base de vocación….y cuando la plaga cayó sobre Siena abandonó su hogar de contemplación y volvió a su vieja ciudad para dedicarse a cuidar de los moribundos, donde muy pronto enfermó y murió. El ciclo de su jornada muestra que el sentido pacífico al encontrar su centro y sentirse en casa, no se restringe a un lugar y que si nosotros también nos abandonamos, nos sentiremos en casa, en paz y compasión en cualquier lugar. Después de la Meditación : un extracto de Juliana de Norwich, çcapítulo 67m REVELACIONES DEL AMOR DIVINO (Londres: Penguin, 1966), p. 183. Entonces el Señor abrió mis ojos espirituales y me mostró el alma en el medio de mi corazón. El alma era tan grande como si fuera un mundo eterno así como también un reino bienaventurado. En ese estado la sintió como la ciudad más gloriosa. En el medio estaba sentado el Señor Jesús….más gloriosamente está él sentado dentro del alma, en descanso y en paz….no abandonará el lugar que tiene en nuestra alma por siempre….pues dentro de nosotros él se encuentra completamente en casa.

lunes, 25 de junio de 2012

24-06-2012

Extracto del libro de John Main OSB, “From Isolation to Love”, THE WAY OF UNKNOWING (New York: Crossroad, 1990), pp. 44-46. Meditamos porque sabemos con certeza que debemos pasar a través y más allá de nuestra propia esterilidad. Debemos trascender la esterilidad del sistema cerrado, de una mente puramente introspectiva. Sabemos, con toda claridad, que debemos pasar más allá del aislamiento hacia el amor. Es curioso que la introspección nos lleve a tal esterilidad. ¿Por qué esa introspección o auto-centrada conciencia es tan estéril? Supongan que tratamos de analizar alguna experiencia nuestra. La casi inevitable consecuencia es que finalizaremos observándonos en el acto de observación. Cuanto más profundo es el grado al que llegamos al adentrarnos en nosotros mismos, más complejo será el grado al que nos encontraremos fijos a nuestra propia auto-conciencia. El resultado sería como si nos encontráramos en una sala de espejos en donde confundimos constantemente la imagen con la realidad. Y lo único que nos queda son meras imágenes de nosotros mismos. ¿Por qué entonces la meditación es tan diferente?....Todos nosotros cuando comenzamos llegamos a un punto donde nos preguntamos “qué consigo con esto? Qué está haciendo esto por mi?”….Es en este punto que todos nosotros deberíamos hacer un acto de fe. Parecería como que la fe atravesara la oscuridad y abrazara la esterilidad, aunque no hay manera de abrazarla excepto con el total abandono. Debe ser un acto total de fe. En otras palabras, nos comprometemos con la meditación y con el mantra como camino para abandonar la auto-conciencia. En efecto, nos estamos comprometiendo a abandonar nuestra propia esterilidad. Es en este punto que la esterilidad que experimentamos se transforma en pobreza—una pobreza a la cual nos abrazamos completamente. Somos guiados hacia esa declaración de nuestra pobreza que nos revela que todo es Dios y que en Dios se encuentran toda la riqueza y todo el amor….La esterilidad se vuelve pobreza—un estado de completa simplicidad, completa vulnerabilidad y completo abandono a Dios y a su amor. La auto-conciencia da paso a la conciencia. Somos conscientes de lo que se encuentra más allá de nuestro propio horizonte, de lo que es, de lo que Dios es: que Dios es amor. La introspección se transforma en una visión auto-trascendente porque todo lo que vemos lo vemos a la luz de Dios, expandiéndose hacia el infinito. Vemos todo bañado en el infinito amor de Dios. Debemos comprender con claridad por qué esto es así. Es así porque nosotros mismos nos comprometemos al Camino por medio de la fidelidad a la meditación y al mantra: Comprometidos con Dios. Comprometidos con la fe, con aquello que se encuentra más allá de nosotros mismos. De esta manera tomamos posesión de nuestro destino y encontramos significado en la maravilla de Dios. Después de la meditación: “The Artist,” Stanley Kunitz (New York: Norton, 1995), p. 63. Sus pinturas se fueron tornando año a año más oscuras. Cubrieron las paredes, llenaron la habitación: eventualmente llenaron este mundo— mas no el encanto. Cuando las voces se atenuaron, él se apresuraba a escuchar la improvisada alma de Mozart en continuo giro sin fin. Una y otra vez, una y otra vez, caminando sobre el piso manchado de pintura, haciéndose más pequeño en cada ir y venir, atrapado en su monumental vacío, encolerizado con sus adversarios. Finalmente tomó un cuchillo en su mano y abrió una salida para si mismo entre los marcos de su alto decorado. A través de los agujeros de su universo hecho jirones Irrumpieron la primera inocencia y la luz.

lunes, 28 de mayo de 2012


Extraído de “THE WAY OF UNKNOWING”, “Beyond All Images,” de John Main OSB (Nueva York: Crossroad, 1990) pág. 41-43.
La meditación es una manera de entrar en una inmensurable realidad más allá de toda imagen. El problema que enfrentamos en este viaje es que tenemos que dejar a un lado nuestro ego, que es el primer fabricante de imágenes, muchas de ellas sobre nosotros mismos y, en menor cantidad, imágenes sobre los demás, inclusive imágenes de Dios.

Cuando comienzas a meditar, el ego reacciona inmediatamente. Agrupa sus fuerzas amenazadas y te cuestiona “¿Estás perdiendo el tiempo con esto? ¿Qué progreso estás haciendo? ¿A dónde quieres llegar?” Si eres un poco obstinado y continúas meditando a pesar de provocaciones como estas, tu ego probablemente pruebe con otra cosa. Dirá, “Lo estás haciendo tremendamente bien, vas a ser un santo, eres místico por naturaleza…”. Y así el ego comienza a fabricar para ti la imagen de una persona verdaderamente espiritual. Al poco tiempo esa imagen se quebrará y estarás nuevamente donde comenzaste. Hay maneras incontables de desaliento que el ego utilizará  para que pares de meditar, porque el ego sabe precisamente desde el principio que si tú meditas, si vas más allá de toda imagen, hacia la realidad, entonces el ego… estará destronado. Perderá poder.
Ahora, ¿por qué debemos meditar? Pienso en todos nosotros respondiendo a esa pregunta oportunamente de esta manera: en varios momentos de nuestras vidas, todos nosotros quisimos comprometernos con la verdad, comprometernos con Dios. La meditación responde a esa necesidad… Lo que sabemos, pienso, es que todos nosotros hemos tratado, todos nosotros hemos querido orar, y todos nosotros hemos fracasado.
Pero en algún momento llegamos a la conclusión que la sabiduría que recibimos de la tradición contemplativa de la oración es la sabiduría que transforma el fracaso en triunfo. El silencio y la pobreza que experimentamos en nuestra meditación se transforma en auto-autenticación.
Sabemos que no podemos analizar a Dios. Sabemos que no podemos, con mentes finitas, comprender la infinitud de Dios. Pero también sabemos, o al menos tendremos una leve sospecha, que podemos experimentar el amor de Dios en nosotros… Es el conocimiento de la experiencia que nos enseña, también, que las imágenes fabricadas por el ego, ya sean de desesperanza o de santidad, nos traicionarán en algún momento. Ninguna de ellas puede tomarse en serio…
El éxito y el fracaso se rinden ante lo que reconocemos como verdadero a través de nuestra propia experiencia de meditación: muerte y resurrección. Cada vez que nos sentamos a meditar, morimos a nuestro ego y nacemos a través de nuestras propias limitaciones hacia la nueva vida en Cristo. Sabemos que es su vida dentro nuestro, su Espíritu que mora en nuestros corazones, lo que es real y la energía esencial para nuestro crecimiento. También sabemos que sólo podemos descubrir todo nuestro potencial si nos arraigamos a esa realidad, arraigados en ese amor y viviendo de ese poder. Debemos aprender a decir nuestro mantra. Debemos aprender cómo decirlo desde el principio de nuestra meditación hasta el final. Debemos comprender que es la diaria disciplina que finalmente desenmascara al ego. Y desenmascarado, desaparece. No debemos ser impacientes o desanimarnos. Debemos repetir nuestro mantra, con fe, día tras día. El éxito o el fracaso entonces no tendrán importancia. Lo único que sí la tendrá es la realidad de Dios, la realidad de su presencia en nuestro corazón…

Después de la meditación: extraído de “SEARCH FOR THE MEANING OF LIFE: essays and reflections on the Mystical experience” de Willigis Jager. (Liguori, MO: Triumph, 1995) pág. 137.
El punto de contacto con Dios es aquí y ahora, porque no hay nada que no pueda ser divino. Aquí y ahora también es el infierno. El cielo y el infierno están separados solamente por nuestro ego. Si podemos abandonar nuestro ego, podremos entrar en el Reino de Dios. No hay rituales mágicos que nos lleven hacia Él, sólo la muerte de nuestro falso ego. Sólo el amor nos da el poder de abandonar todo como para entrar en este nuevo orden de existencia.
Carla Cooper - cmcooper@gvtc.com
Traducido por Isabel Arçapalo

domingo, 27 de mayo de 2012


De John Main OSB, “Growing in God,” THE WAY OF UNKNOWING (New York: Crossroad, 1990), pp. 79-81.
Cuanto más meditamos, más perseveramos a través de las dificultades y los falsos comienzos, entonces nos damos cuenta con claridad que debemos continuar si queremos llevar nuestra vida de manera significativa y profunda

No deben nunca olvidar el camino de la meditación: decir el mantra del principio al fin. Esto es básico, es evidente, no nos dejemos disuadir de la verdad de ello… La disciplina, la práctica de la meditación es absolutamente demandante… Debemos dejar atrás nuestro ego, nuestros pensamientos, análisis y sentimientos, de tal manera que nos encontremos totalmente a disposición del Otro.
¿Cuál es la diferencia entre realidad e irrealidad? Pienso que la manera de  comprender esto es ver la irrealidad como un producto del deseo. Una de las cosas que aprendemos en meditación es a abandonar el deseo, y lo aprendemos porque sabemos que nuestra invitación es a vivir el momento presente. La realidad demanda quietud y silencio. Ese es el compromiso que hacemos al meditar. Como todos pueden encontrar por experiencia propia, aprendemos en el silencio y en la quietud a aceptarnos tal cual somos. Esto parece muy extraño para nuestros oídos modernos, sobre todo para los cristianos modernos, quienes se han cuestionado ansiosamente: “No debería ser ambicioso”; y “si soy una mala persona, ¿no debería desear ser mejor?”
La verdadera tragedia de nuestro tiempo es que estamos tan llenos de deseos de felicidad, de éxito, de riqueza, de poder, que nos imaginamos siempre como deberíamos ser. Muy raramente llegamos a conocernos a nosotros mismos y a aceptar nuestra presente posición. Sin embargo, la sabiduría tradicional nos dice: conózcanse a sí mismos. Puede ser que seamos pecadores y si lo somos, es importante que lo sepamos.
Aunque es más importante para nosotros saber por nuestra propia experiencia que Dios es el fundamento de nuestro ser y que estamos enraizados y fundados en él…
Esta es la estabilidad que necesitamos, no la lucha en movimiento hacia el deseo, sino la estabilidad y la quietud de nuestra raíz espiritual. Cada uno de nosotros está invitado a aprender en nuestra meditación, en nuestra quietud en Dios, para así saber que en él encontraremos todo lo que necesitamos……

Después de la meditación: De San Agustín de Hipona, “Confesiones,” en An anthology of Christian Mysticism. Editor Harvey D. Egan (Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1996), p. 68.
¡Tarde te amé, Oh Belleza, tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Estabas dentro mío y yo afuera, y ahí te buscaba, y en mi deformidad corría apresuradamente hacia las cosas bien formadas que tú habías hecho. Tú estabas conmigo, yo no lo estaba… Pero tú me llamaste a gritos y abriste mi sordera, brillaste resplandeciente y disipaste mi ceguera. Exhalaste tu fragancia y yo la inhalé…
Traducido por Teresa Decker

viernes, 6 de abril de 2012

viernes Santo, 2012



¿Qué tiene de bueno referirse a un día en el que un hombre inocente y bueno es declarado culpable de cargos inventados, traicionado y abandonado por sus amigos, rechazado por la gente a quienes habló con la verdad, mental y físicamente torturado, crucificado y muerto?
La primera señal de bondad se encuentra en su modo de aceptación. Cuando pasan cosas malas nosotros podemos intentar negarlas o ellas nos pueden convertir en gente amargada y odiosa buscando revancha.

Claramente esto ultimo no sucedió en este caso. Desde su profunda bondad y amor se dirigió a sus enemigos con perdón y transitó lo vivido con una imparcialidad que cambió el mal hecho a él hacia el bien para otros.

“Solo Dios es bueno” le dijo al joven rico que buscaba la vida eterna pero estaba empantanado en sus posesiones.

Otra señal de bondad en los eventos hoy recordados, es el efecto transformante que tiene en otros. Comenzó en el momento histórico cuando ocurrió y continúa, ciertamente continúa acumulándose en sus efectos. Hoy una nueva consciencia penetró en el reino humano que ha comenzado a minar las raíces de la oscuridad en el alma humana, la que nos permite hacer tales cosas inhumanas a los demás olvidando quienes somos y olvidando que la fuente del ser divino está dentro da cada uno de nosotros.

Aun ante los hechos más terribles podemos encontrar un signo de alivio cuando han pasado. En este caso podemos ver que hay mucho más por hacer para elevar a la humanidad del ciclo de violencia en que ha caído y que es nuestro pecado original. Una violencia que se originó con la angustia de Cain y el ilusorio sentimiento de que no somos amados.

En la montaña de la Isla de Bere se eleva una cruz, quieta, firme, brillando en la noche, llena de una fe silenciosa. No lejos de ella alguien ha montado ilegalmente una turbina eólica. El molino de viento gira como el ego al viento dando un beneficio a corto plazo a costa de la mayor integridad. La cruz tiene más energía que el ego y contemplarla en nuestras vidas, abrazarla con su efecto transformante, es lo que hace de este Viernes un Viernes Santo.

Laurence Freeman OSB
Traducción por Marta Geymayr

sábado, 31 de marzo de 2012



Un extracto del libro de John Main OSB, “El Cristo interior, MOMENTO DE CRISTO” (New York: continuum, 1998), p. 106.

El camino de la meditación no es una vía de escape. Menos aún, un camino de ilusión. No tratamos de escapar del mundo real de fines desprolijos y comienzos caóticos, tampoco tratamos de construir una realidad alternativa propia. Lo que Jesús nos promete es, que si lo mantenemos en nuestro corazón con reverencia….todo el caos y toda la confusión del mundo perderán su poder sobre nosotros. Las tensiones, los esfuerzos, los desafíos, permanecerán, pero no tendrán poder para derrotarnos si fundamos nuestra vida sobre la roca que es Cristo. Esta es la verdadera tarea. Este es el verdadero desafío al que cada uno de nosotros debe enfrentarse para entrar a la realidad que es Cristo, la roca sobre la que podemos construir nuestras vidas con la seguridad absoluta que él nos amará a través de nuestros errores, a través de todos nuestros cambios de corazón y mente y a través de cada momento de nuestras vidas hasta el final, porque él es amor supremo.

Es por eso que San Pedro nos habla de la importancia de mantener a Jesús en nuestro corazón con reverencia. Enraizados en él estaremos enraizados en el principio de toda vida, en la realidad misma y, fundados en él, nada tendrá poder sobre nosotros, ni la muerte misma. El desafío sería encontrar el camino hacia él encontrando el camino hacia nuestro corazón, para así poder mantenerlo con reverencia. El camino de la meditación es, por lo tanto, un camino de morir a la ilusión, de abandonar la irrealidad, y es un camino para aprender a elevarnos con Cristo, a elevarnos más allá de nosotros mismos y de nuestras limitaciones hacia la vida eterna.


Después de la meditación: “Al calor del atardecer…” por Gary Young, del libro “Aún así” Nuevos poemas seleccionados, citado en The writers Almanac, 22/3/2012
Al calor del atardecer, un cielo casi sin nubes relampagueaba hasta la cima de la lejana meseta. Al caer de la tarde, todo el extremo sur del valle resplandecía a medida que las nubes se tornaban incandescentes con algún rayo de luz distante. Hay una constante unión aquí entre el cielo y la tierra. Esta tarde, una tormenta cruzaba el valle. En un momento la tierra estaba seca, al momento siguiente torrentes de agua bajaban de las laderas y arroyos. A un cuarto de milla de distancia pude ver, la lluvia salpicando la salvia y el suelo de fina arcilla. Pude ver la lluvia acercarse y golpear, empapándome y seguir adelante. Diez minutos después estaba seco.
La lluvia viene del cielo y somos limpiados por ella. De repente, el significado del bautismo se hizo claro para mí: podemos comenzar de nuevo y cada día somos salvos.

domingo, 18 de marzo de 2012

Cuarto domingo de Cuaresma

“Dios envió su Hijo al mundo no para condenar al mundo sino para que mediante él se salve el mundo” (Juan 3:1)
Es triste (al menos para muchos de nosotros) que estas palabras irriten a tantas personas, quienes escuchan en ellas algo que no dicen. Para nosotros en el camino del discipulado cristiano (un día sentimos que nos pueden llamar cristianos, otro día cristos, pero tal vez no hoy) estas palabras tienen otro impacto. Nos llaman a una experiencia más profunda de amor que hace y continuamente rehace el mundo, sirviéndolo, reparándolo, y guiándolo a un rendimiento aun mejor a pesar de sus defectos inherentes; he chequeado este texto por errores tipográficos, pero tal vez siga habiendo. Unos errores tipográficos no invalidan el significado.
El bagaje cultural de la Iglesia, en el occidente especialmente, les hace difícil a muchos ver que la bondad imperturbable y la gracia de Dios están reflejadas y activas en nuestro mundo psicológico y en nuestro mundo material – si la activamos reconociéndola y recibiéndola como el regalo gratuito e inesperado que es. No estamos hechos para ser condenados sino para llegar a ser enteros.
Yo no conozco nada más eficaz ni inmediatamente efectivo que la meditación para ayudarnos a darnos cuenta de esto.
La Lectura Diaria de John Main para el día de ayer explicó la mejor manera de enfocarnos en la meditación como un peregrinaje que influye en todo nuestro ser. El dijo que no nos decepcionemos por nuestro fracaso al intentar ser perfectos en la meditación, ya sea al decir el mantra continuamente o en la disciplina diaria. El aferrarnos a estas dos manijas de enseñanza nos ayuda a guiar nuestra senda a través de cualquier desierto y por encima de cualquier montaña.

Laurence Freeman OSB